quinta-feira, 7 de janeiro de 2010

2/19/2005 10:58:22 PM

CAJA DE ZAPATOS

Gravura de Magritte





O portal espanhol da Fundação Cultural das Américas publicou uma entrevista comigo feita pela jornalista Ana Marques Gastão. Confira.


EL POETA DE LA LUPA

Entrevista con Fabrício Carpinejar






por Ana Marques Gastão*


-En una caja de zapatos (título de su antología) se guarda lo muy pequeño, pero en ella cabe también una metáfora del universo. ¿Qué descubrirá el lector dentro de su caja de zapatos?

-Una caja de zapatos representa lo que cabe en la palma de una mano. Cuando envejecemos, procuramos aligerarnos, despojarnos, y vamos disminuyendo los bultos, los equipajes, el tráfico e incluso el espacio del cuerpo. Quedamos reducidos a lo esencial. A partir del recuerdo del deseo puede reconstruirse el deseo entero, arder sin querer, sin fecha ni alarma. En una pequeña caja de cartón hay tizones de la memoria que juzgamos caducos, pero que se encienden con la respiración próxima.

Una caja de zapatos representa un auto-robo. Hurtamos de nuestra propia casa para dar un sentido personal a la existencia, un modo de justificar que no vivimos en vano, que conservamos una reserva de la intimidad y de lo desconocido.


-¿Se trata, pues, de una reconstrucción fragmentaria de la memoria?

-Puede ser algo así como un mazo de naipes, una pequeña fotografía de la infancia, una carta ilegible del abuelo, una brújula ahogada, un reloj amputado, ¡tanto da!, lo que importa es que nuestros fragmentos mantienen la unidad y la fuerza del conjunto. Yo preparé una caja de zapatos con mis poemas. Mis versos son cordones. Unos cordones de zapatos que fueron columpios de alguna niña, columpios de algún olvido más atento en la ventana. Yo soy mis propias ruinas. Mis ruinas tienen tejado de hierba. No escojo el lugar, sino que el lugar me escoge a mi. Crezco en cualquier suelo. Especialmente, en la boca de un pájaro.


-Esta antología constituye como una cosecha reelaborada de cuatro libros, unidos por una hebra narrativa. ¿Puede considerarse un balance de la obra de un poeta joven, sin embargo ganador del Premio Oliva Bilac de la Academia Brasileira de Letras? Poesía: ¿un ejercicio o una revelación?

-Una revelación. Procuro desaparecer para que el texto sea visible. En el amor a la literatura debe tenerse la humildad de vencer el orgullo y la vanidad. El poeta no es quien habla, sino quien escucha errado. Escucha el susurro, no la voz. Escucha la caída, no el vuelo. Escucha el alma de las cosas antes que el cuerpo sonoro. La precipitación, no la consecuencia. Yo ejercito el anonimato. Yo me anticipo. No hay como hacer retroceder el fuego.


-¿Ha reordenado usted su trayectoria poética?

-Mi propuesta era reescribir mis libros en otro orden, hacerlos vibrar diferentes, sin el enredo que unifica mis obras como capítulos de un romance versificado. Yo quería mantener la poesía más de que el poema, la atmósfera de encantamiento y sorpresa, de voluptusidad y búsqueda, de pérdida y resistencia. Yo soy tantos que no me reconozco. Necesito alguien para identificarme. Necesito salir de mi para ser más. No existe una edad que me defina. La vida no pregunta la edad antes de llegar. Hay toda una eternidad para acusarme. Espero ser condenado.


-¿Hay lugar entonces para una especie de heteronimia?

-Fernando Pessoa hubo de multiplicarse para continuar único. Yo tuve que dividirme para lograr lo mismo. Yo soy como un niño que nunca ha abandonado a su amigo imaginario, la poesía. Creció, maduró y ha permanecido, pero yo dejé de existir.


-Existe una faceta novelesca, ficcional y fabulatoria en su poesía, que no prescinde de lo elegíaco y es fértil en el aforismo...

-Procuro conciliar fábula y aforismo, ser sencillo, escribir como quien conversa y narra una historia, sin la pretensión de ser más inteligente ni sensible que el lector. Suspiro por una música hablada. El poema es más suave que una canción, algo como un silbido. No quiero que se fijen en mi, sino que el lector tenga la impresión de que se está leyendo a sí mismo. Aprendí a vagar dentro del texto. No es humano quien siempre acierta. Me aproximo a lo falible, al error, a la comprensión : el poema como acto extremo de perdón. Sin embargo, yo no me perdono por no ser como yo pienso, ni por no llegar nunca donde hube soñado, ni por caer cansado en medio del camino, ni por haber desistido de algo. Perdonar es permitir lo imprevisto, la necesaria extrañeza, la alegría imprevista.


-¿En su obra asume una dimensión de algún modo diarística?

-Procuro lograr esa inclinación diarística. Escribo el diario de quien no fui : lo que imaginé es mi verdadera memoria. Lo que imaginó el hombre es también vivencia y biografía. Lo real comienza en el pensamiento, no existe solamente después de éste.


-Bachelard habla de la lupa del botánico, refiriéndose a una infancia que devuelve la mirada engrandecedora del niño. ¿Carpinejar es un poeta de la lupa?

-Bonito : poeta de la lupa. Mi hermano quemaba hormigas con una lupa. Yo un día tiré la lente de la lupa y libré el hormiguero de la amenaza de la luz. Parto de la creencia de que las palabras innecesarias son las más importantes, los detalles semiperdidos son los más decisivos, que una manía se expresa mejor que lo bello. Nunca me libré de la infancia, mis ojos continúan recostados como una litera. Yo prefiero lo ínfimo, la intimidad de lo que se desperdicia. Soy un catador de lo mínimo, de lo que no sirve al periodismo. Un observador indiscreto. Escucho las personas por lo que éstas no dicen. Escucho lo que pretenden esconder. Lo que pretenden esconder es mi poema.


-En su poesía viaja desde la infancia a la vejez. Llega a anticipar la vejez en "Terceira Sede" (supuestamente escrito en 2045, a los 72 años). ¿Cómo se recuerda usted en su infancia, hijo de poetas, Maria Carpi y Carlos Nejar, el niño "que hablaba mal, sin la erre" y "feo como un espectro"?

-Mis defectos no mejoraron : apenas aprendí a convivir con ellos. Mi autocrítica es terrible, soy el primero en abrumarme. Tengo vocación para delatarme a mi mismo. Recibí en la infancia los apodos más terribles. La primera regla en este aspecto es no preguntar nunca por qué te ponen un apodo : la respuesta puede ser mucho peor de lo esperado. Yo llegué a reirme de mi mismo antes que de cualquier chiste. Me reía de mi mismo a solas. Hablaba mal y para que no se me notase comencé a pronunciar las palabras deprisa. Tan deprisa que se convirtieron en música.


-¿Tuvo una infancia solitaria, pues, que le dio una singularidad nacida de una intolerancia hacia lo banal?

-Mi infancia fue de una soledad húmeda, de invierno y leña en el patio. En casa no había paredes, sino estanterías. El texto de cualquier libro era subrayado por mi madre y por mi padre. Yo comencé a subrayarlos también, para relacionarme con ellos. Toda mi obra se ha transformado en las cartas que enviaba y las cartas que recibía. Mi infancia fue la vejez que Dios puede darme. En la infancia, el exceso de imaginación. En la madurez, el exceso de memoria. Ambos extremos se tocan y se mezclan. Mi obra se hace, desde su final a su comienzo, buscando el vientre.


-¿Cómo entiende el envejecimiento : acaso como el naufragio de quien "tiene miedo de dormir a la luz" y se enfrenta con el amor que se va?

-Mi ignorancia nunca será mayor de lo que el conocimiento y ello salva mi intuición. Me he cansado de ver al viejo estigmatizado, rejuvenecido en la publicidad, como si le avergonzase envejecer y solamente se presentase maquillado, andando de "jet ski" o resbalando por la pendiente. Me niego a aceptar tanto una edad luminosa y sabia como una caricatura sombría y deformada. Yo me avergonzaría si no envejeciese, si no aceptase nunca mi condición transitoria, si fuese inmutable y quedase preso de una opinión única. Respeto los límites : éstos me enseñan a lidiar con lo que soy. No me soportaría infinito. Envejecer es encantarse con las chispas. Dormir más temprano, acortar el día, de lo contrario el día se retrasa para el trabajo.


-Ha escrito que "Se descubre el amor / en la inminencia de perderlo". ¿Es el amor ese "darse sin retorno al deseo sin límite" de que ha hablado Blanchot?

-El amor nunca se va del todo. Es más fuerte en sus restos. La ausencia es incluso carne. Discrepo de Blanchot: el deseo requiere únicamente la estrechez de un cuerpo, la pequeña extensión de una barca, y no depende del mundo para sobrevivir. Toda donación exige retorno. El retorno de la conciencia propia. Nadie ama sin recogerse, sin contraerse, sin retroceder, sin antes sollozar alto, sin masticar el grito propio. Lo que yo escribí es para preservar un amor que había perdido ya o para ganar un amor que ya era mío. Mi cobardía me empuja a la valentía. Cuando sentimos miedo del miedo nos vemos obligados a no tener miedo.


-Mientras tanto, el amor surge en su obra no solamente en la perspectiva jubilatoria, sino también como vértice de la incomunicabilidad, del tedio, del terror al hábito ("La alianza ya es un hueso en el dedo")...

-Amar a una persona es el camino más rápido para olvidar. Amamos los hábitos, no a quien está tras ellos. Intento demostrar que el amor solamente puede ser afirmado si hay también un desconocimiento, una reserva de extrañeza entre la pareja. El amor tiene que ser lento como un río esculpiendo sus riberas. Nada disminuye la soledad como el casamiento. La soledad es soltera para toda la vida. Con el casamiento, disminuímos el aislamiento y la soledad se hace habitable.


-En "Biografia de uma Árvore", el doctor Ossian recibe de Avalor aquello que creía ser la oreja de un árbol : un libro que conserva la voz de Dios. ¿Qué Dios es el suyo y cómo se enfrenta con el absurdo o con la injusticia?

-No hay un Dios mío. No es un objeto rezado. Hay un Dios y una libertad que es responsabilidad. Existe la creencia de que ser libre es hacer lo que se quiere. Pero ser libre es celar, conservar, proteger. Yo soy libre con mi mujer y mis hijos en la medida en que busco serlo. La independencia es educarse para el convivio y se hace en la dependencia amorosa. Yo me enfrento a la injusticia en mi propia casa. Mi mundo son los tres versos con cuatro estrofas que mi ojeada abarca desde la ventana.


-¿No es un atrevimiento despedir a Dios con justa causa como hace en ese libro?

-No deja de ser un atrevimiento, pero despedir a Dios también puede ser leído como retirarlo del servicio de la oración, del turno funcional, de la omnisciencia, de la omnipotencia, de la responsabilidad de que él lo haga y lo resuelva todo. Dios es un chivo expiatorio perfecto para nuestra falta de acción. Dios no podría tener nombre para no ser domesticado.


-La muerte, por otro lado, es "nudo firme" en la visión de usted, algo fetal, perturbador, pero al mismo tiempo casi afable...

-La muerte no es una violencia. La vida sí que es una violencia. La muerte madura en nosotros, desde el principio, la adelantamos o la retrasamos de acuerdo con la voluntad del cuerpo. La muerte posee un huso horario diferente. No cuenta el tiempo, sino la intensidad de lo que se vive.


-Ha escrito usted que la pampa es el patio de su casa. Siendo gaucho, su poesía huye de lo regional para universalizarse. En cuanto paisaje, ¿acaso traza el itinerario de alguien que lanza un desafío a la nada de la evidencia?

-Nunca tuve de pequeño separación alguna entre el patio y la pampa. El paisaje es mi medio para inclinar a la audiencia. La tierra es mar que se abre. Los árboles actúan como señales de lejanía. Yo combiné ese lado ancestral con una urbanización urgente. Hablo del autobús, del casamiento o del bar. Lo mismo que veo mis libros como meditación sobre un núcleo único : la familia. Allí está toda la sociedad, los nervios y el humor, la imposibilidad y la herencia que se dilapidará. Lo que se asume de la familia influye incluso lo que no somos.


-Existe una faceta profundamente imaginista en su obra que aprende a desescribir. ¿Hay acaso alternancia entre coloquialidad y erudición?

-Mi erudición sirve para desbastar y destruir. Que mi literatura sea modesta y sincera, que no dependa de comillas para sobrevivir. No pedí prestada ninguna grandeza. Poesía no es complicar, sino interrogar con sorpresa. La imagen es el pensamiento puro. Yo me comunicaba mediante imágenes y me discipliné para comunicarme por una filosofía discreta. Después de haber escrito, se inicia una travesía más ardua : desescribir. Renunciar a la autoría para ser poema.


-¿No es el poeta nunca el verdadero negador? En la medida que desea revigorizar sus palabras, ¿es acaso un falso nihilista?

-Yo miento con sinceridad. Mi mentira es un exceso de imaginación. Durante mi adolescencia, criaba enredos y autores que no debieran nacer. Pero un día nacieron, al revés de lo que yo había dicho. La mentira anticipa la verdad. Quien conoce la esperanza, no necesita tener fe. Yo soy lenguaje principalmente cuando no hablo.


-Cioran dijo que "la poesía es el absoluto de nuestras horas negativas". ¿Así es también para usted?

-La poesía no es el absoluto y esta afirmación acaba confinando el género en una maldición de elegidos. Poesía no es exclusión, sino donación. Todos se comunican mediante poesía. En el fútbol, sábana y ventanita son metáforas. Todo se hace mediante metáforas, chiste de imágenes. La poesía escrita causa pánico porque origina la imagen del poeta deprimido y antisocial. Hemos de aproximarnos a la poesía hablada para superar los prejuicios y mostrar que el poema es más que el libro, acaso una interpretación del mundo o un alfabeto de agua. Contrariando las "horas negativas", "El Cantar de los cantares" es un poema alegre. Otro tanto, los versos de San Juan de la Cruz. La desesperación no llega ni siquiera se aproxima a la electricidad de la alegría.


-Ha escrito usted que no sabe concluir un libro ni prescindir de una frase. ¿Y cómo se da por finalizada esta entrevista?

-Comienza fuera de nosotros. Como una llama que aparentemente se apaga con los dedos, pero queda impresa en la mano.


Leia ainda três poemas inéditos do autor.




* Ana Marques Gastão es poeta, periodista y crítica literaria en "Diário de Noticias" de Lisboa.

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